FÚTBOL

El sueño fue muy real

6.000 almas se entregaron al Barbastro en una jornada histórica para la ciudad y el club altoaragonés

La localidad se vistió de gala con un recibimiento sublime y un estadio lleno

Aficionados del Barbastro preparados para acudir al estadio.

Aficionados del Barbastro preparados para acudir al estadio. / ANDREEA VORNICU

A. Bobed

Generalmente la visita de un equipo transatlántico y adorado en todo el mundo como el Barcelona despierta pasiones entre las masas. Y se suele asistir con cierta pesadumbre e incluso pena a cómo los aficionados y los estadios se dividen entre el local, el pequeño, y el galáctico. Pues en Barbastro no. Una ciudad volcada y que creía en vencer. Desde antes del partido, durante el mismo y hasta el último suspiro. 

No cabe duda de que la visita culé llevó la locura a la ciudad del Vero… pero por el Barbastro. La magia de la Copa. La localidad altoaragonesa se mostró algo tímida en sus calles y sus bares con el sol en alto. La réplica de la Copa con fotomatón incluido en pleno Coso fue simplemente el aperitivo de lo que vino después: la explosión de Barbastrismo.

Acercarse al Municipal de Barbastro era sinónimo de olor a fútbol. Toda una ciudad volcada con su equipo. El frío invernal impidió ver un estadio engalanado de camisetas rojiblancas, pero nadie se quedó sin su bufanda conmemorativa del histórico encuentro, ya que la vendían en cada esquina y rincón de Barbastro.

Mientras tanto, a tres horas del inicio del partido Barbastro se dividió en dos. Primero los que no se querían perder absolutamente nada y que hicieron fila para ser los primeros en entrar para coger sitio y para tratar de ver a los jugadores tomar el café sobre el césped. No tuvieron suerte si querían ver a los del Barcelona.

Y el resto, miles de ellos, se agolparon en la rotonda de acceso al Municipal. Niños, mayores, abonados al Barbastro, vecinos de la localidad, gente de fuera… nadie quiso perderse la llegada de los dos autobuses. Ese fue el momento del clímax, el primer gran aliento hacia el Barbastro. Bufandeo, cánticos como el sí, se puede o Xavi cómo está el césped, cohetes y bengalas cuando llegó el bus local. Como verdaderos héroes en un día para serlo. Todo lo contrario que la llegada culé. Mucho móvil en alto para grabar, pero más abucheos y gritos en contra. 

Y en el campo, ambiente de gala. En ningún momento paró la gente de corear el sí, se puede, como tampoco dejó de animar y alertar a su equipo, que le correspondió de mil amores. Dos gritos de gol que quedarán para siempre en la retina de las 6.000 gargantas del Municipal.