Leo Bassi no se lo acaba de creer. "Parece que estoy en una mala película de otra época". Casi 20 horas después de que un hombre no identificado colocara una bomba casera, que no estalló, en el Teatro Alfil de Madrid, el cómico aún no entendía que esto pudiera ocurrir en un país democrático en el siglo XXI. Ya había decidido, junto al director de la sala, mantener hasta el 12 de marzo, como estaba previsto, su espectáculo Revelación, "una crítica respetuosa y no violenta" a la Iglesia católica. Asustado aún por las consecuencias trágicas que hubiera producido la explosión, Bassi se preguntaba: "¿España es una realidad de la Europa laica o no?"

La policía científica lleva con sigilo las investigaciones para determinar quién puede ser, y si tiene algo que ver, el hombre de pelo blanco (único dato disponible) que fue visto el miércoles por la noche cerca de donde un empleado encontró una botella llena de gasolina, un bote de pólvora y una mecha encendida. "Esto es serio", le dijeron al cómico los policías. El artefacto casero estaba junto a carteles y decorados de otros espectáculos y en la sala se encontraban unas 200 personas. La dirección del Alfil sospecha que el hombre pudo entrar como espectador de la obra Imprebís, representada antes que la de Bassi.

SOLIDARIDAD

El patio de butacas del Alfil recordaba ayer a los mejores días de la transición, cuando actores, directores, productores y autores eran una piña frente a los ataques ultraderechistas. José Sacristán, Carme Conesa, Guillermo Toledo, Unax Ugalde, Jorge Bosso e Íñigo Ramírez de Haro (cuñado de Esperanza Aguirre agredido hace dos años por su obra Me cago en Dios), entre otros, dieron una ovación solidaria a Bassi y Joseph O´ Curneen, director del teatro, cuando comparecerion ante los medios de comunicación. Por teléfono y por escrito, los apoyos se multiplicaron.

Jesús Cimarro, representante de la Asociación de Productores y Empresarios de Teatro, leyó un comunicado denunciado las "acciones criminales contra un templo de la palabra" y condenando esta "agresión a la libertad de expresión". Todos criticaron a los medios de comunicación y asociaciones que en las últimas semanas han creado el "caldo de cultivo" para que "una mente enferma", en palabras de Bassi, decidiera pasar a la acción.

El cómico ha recibido numerosas amenazas de muerte; hace 15 días, un encapuchado lanzó un cóctel molotov contra la fachada del teatro que apagó una vecina con un cubo de agua; el partido de ideología católica Alternativa Española organizó el pasado viernes un acto frente al teatro contra una obra que calificó de "basfema", y el centro jurídico Tomás Moro presentó hace un mes una querella contra Bassi, el director y los propietarios del Alfil. Ayer ambos colectivos condenaron la agresión.

La dirección del teatro se ha planteado cachear a los espectadores. Por el momento, ha reforzado la seguridad y no descarta acudir a una empresa privada o aceptar la vigilancia policial especial que ha ofrecido el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón.

"No hay que dejarse llevar por la cultura del miedo", dijo O´Curneen. Bassi, que vinculó la agresión con las reacciones de los islamistas contra las caricaturas de Mahoma, reivindicó su papel de bufón "laico, que no tiene miedo a perder su dignidad para conquistar el derecho a decir las cosas con libertad y pacíficamente". Y reconoció que le ha sorprendido la "tensión" que en los últimos años vive España, un país que, dijo, "no está al borde de la catástrofe, ni del precipicio ni del juicio final".