Hasta hace poco, Johnny Depp era el símbolo del actor joven y rebelde, un disidente de Hollywood, un tipo excéntrico y un tanto violento al que nadie le discutía su genio interpretativo. Hoy, Johnny Depp se ha convertido en uno de los actores más solicitados, es padre de familia (tiene dos hijos con la cantante y actriz francesa Vanesa Paradis), vive en el sur de Francia, ha cambiado el whisky por el Burdeos y el fuerte temperamento por una actitud cordial y entrañable. Hasta se ha vuelto puntual en sus citas con la prensa.

Nadie como él, en palabras de Tim Burton, para interpretar a Willy Wonka, el excéntrico confitero incapaz de conectar con la gente pero capaz de crear un mundo fantástico en su inigualable factoría de dulces y chocolate. Wonka es producto de la imaginación de Roald Dahl, el clásico autor de libros infantiles, pero encaja a la perfección en el mundo de Tim Burton, lleno de seres extraños, solitarios e inadaptados.

--Siempre trata de sorprender con sus caracterizaciones. ¿De dónde sacó a este Willy Wonka?

--De miles de notas que escribo a medida que me preparo para un papel. De todas formas, el personaje no se forma completamente hasta que comienzas a interpretarlo. Cuando el director grita "acción", es cuando empiezas a sacar todos esos ingredientes que tenías guardados y a darles forma. Sabía cómo quería que sonara la voz de Willy y cómo sería su personalidad, pero fue una semana antes de comenzar el rodaje cuando conecté con él.

--Lleva tal cantidad de maquillaje que es difícil reconocer su cara. ¿Fue idea suya?

--Si hubiese sido por mí, habría llevado mucho más. Cuando leí el libro de Dahl me imaginé a Wonka con una gran nariz, y pensé en ponerme una prótesis, pero Tim Burton no me dejó. Tenía razón, quizá hubiera sido demasiado. Se nos ocurrió que Wonka había crecido muy aislado de los demás niños, probablemente sin salir nunca a la calle a jugar, y por eso es tan pálido, como un muñeco de porcelana abandonado en un viejo baúl. Los dientes, al ser su padre dentista, tenían que estar perfectos, y en cuanto al pelo, me lo imaginaba como al Principe Valiente, también muy pasado de moda. Wonka es alguien que se quedó estancado en otra era.

--La figura del padre es, sin duda, la que marca el destino de Wonka. ¿Qué influencia ha tenido su padre en su vida?

--Mucha, aunque cuando era adolescente no quería parecerme a él en nada. Más tarde he visto cómo, sin darme cuenta, he ido adoptando muchas de sus maneras, en la voz y en los gestos.

--¿Qué tal profesor es usted con sus hijos?

--Intento ser el mejor del mundo, pero serán ellos quienes me juzguen. De momento, lo que quiero es que crezcan sanos, felices y bien educados, no soporto los niños mimados.

--¿Y qué le enseñan sus hijos?

--Todo. Para empezar, a hablar bien el francés. Mi hija, que tiene seis años, me corrige continuamente. Ser padre ha eliminado todos los miedos que tenía, me ha hecho madurar y crecer día a día. Se lo debo todo a ellos.

--Su hijos juzgarán si ha sido buen padre, pero serán los críticos quienes juzguen su labor de actor...

--Sólo me preocupa no decepcionar a mi público, a esa gente que ha seguido viendo mis películas, incluso las más extrañas, a pesar de que la mayoría no hayan tenido ningún éxito en la taquilla. Los que han estado conmigo a lo largo de mi trayectoria. No hay palabras para expresar mi gratitud hacia ellos.

--Algunos pensarán que se ha vendido a Hollywood al hacer la segunda parte de Piratas del caribe.

--Lo comprendo, pero cuando la vean se darán cuenta de que ha sido una sabia decisión. No se sentirán defraudados. Al final del rodaje, parte de mí quería seguir atado al Capitán Jack. Y, sinceramente, pienso que el guión de la segunda parte supera al de la primera.