Medio ambiente

Los efectos del cambio climático en Aragón: peligra la salud de casi el 30% del suelo

El riesgo de desertificación se concentra en la depresión central de Ebro, donde existen áreas con semiaridez

La cubierta vegetal se extiende en zonas del Pirineo y Prepirineo por el abandono de actividades agrarias

El riesgo de desertificación se concentra en la depresión del Ebro. | ÁNGEL DE CASTRO

El riesgo de desertificación se concentra en la depresión del Ebro. | ÁNGEL DE CASTRO

La salud del suelo está en peligro en buena parte de Aragón. El avance del cambio climático amenaza con acelerar los procesos de desertificación en la comunidad, donde casi un 30% del territorio sufre ya un estado de erosión alto o muy alto, según estimaciones del Ministerio de Transición Ecológica. El aumento global de la temperatura y la disminución de las precipitaciones contribuyen a ello, un fenómeno que afecta especialmente a las comarcas más áridas, situadas en la depresión central del Ebro.

La desertización es un proceso de pérdida de fertilidad del suelo por la combinación de varios agentes, entre ellos el clima y la acción del hombre. Los principales procesos de degradación son la erosión, la pérdida de vegetación natural y el deterioro de las propiedades físicas, químicas y biológicas. La frecuencia de los incendios forestales y el índice de aridez son otros síntomas de la desertización de un territorio.

«La progresión no parece que vaya a ser muy buena», apunta Ana Navas, doctora en Geología e investigadora científica del CSIC en la Estación Experimental de Aula Dei. «El cambio climático hace que el riesgo de desertificación aumente», recalca. «La situación del suelo es preocupante a nivel mundial y en el área mediterránea está teniendo un especial impacto», advierte la experta. En Aragón, las comarcas de Monegros, Campo de Belchite, Calatayud o la Central de Zaragoza serían las más afectadas por sus condiciones climáticas y fisiográficas, donde abundan los «suelos someros y poco profundos».

Al mismo tiempo se está dando un proceso de reforestación en las zonas de montaña como consecuencia del abandono paulatino de actividades agrícolas y ganaderas, un fenómeno que se está registrando y que está ocurriendo «en un buen número de áreas del Prepirineo, explica Navas. Así ocurre en zonas «frescas» que presentan una pluviometría superior a 550 milímetros de lluvia anual y en suelos que no han llegado a un nivel de agotamiento por sobreexplotación.

Que las situaciones de sequía sean cada vez más duraderas y frecuentes no hace más que incrementar la aridez de los suelos y, por tanto, el riesgo de desertificación. «Ninguna de las perspectivas que se vienen es favorable», concluye. «El recurso suelo no se recupera en un lugar donde tiene todas estas limitaciones de pluviometría, desarrollo y profundidad. Es perder el recurso que no es renovable», recuerda.

«En Aragón se dan situaciones dicotómicas», afirma Sergio Vicente Serrano, profesor de investigación del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE), perteneciente al CSIC. Por un lado, al igual que apuntaba Navas, en zonas de montaña se está produciendo una recuperación de la cubierta vegetal, fundamentalmente por el declive del pastoreo. El polo opuesto se da en la depresión del Ebro, que presenta algunas áreas que ya se han desertificado o están en riesgo alto por tener «condiciones muy limitantes», como suelos de yesos, que se recuperan «muy lentamente» o no llegan a hacerlo. Para frenar esos procesos, aboga por evitar que en los territorios vulnerables se lleven a cabo «actividades muy intensivas» y luchas contra los incendios para que no se degraden más.

«La desertificación no es un problema grave en Aragón, pero eso no quita que haya zonas que presentan una difícil recuperación de la cubierta vegetal dada la situación de irreversibilidad en que se encuentra el suelo y las condiciones generales de aridez», sostiene el experto, que ha sido galardonado con el prestigioso Premio Rey Jaume I en la categoría de Protección del Medio Ambiente. «Si avanzamos a escenarios de menores precipitaciones y temperaturas más elevadas, tal y como indican los modelos de cambio climático, aumenta el riesgo en las regiones que tienen sustratos más pobres y degradados y una aridez climática superior», apunta. 

La amenaza afecta a buena parte del territorio de Aragón, que cuenta con una de las zonas más áridas de Europa, con el área esteparia más al norte del continente, lo que tiene «sus particularidades y vulnerabilidades». 

El impacto de los centros de datos

Vicente precisa que desertificación y sequía son conceptos totalmente diferentes. El primero se refiere a la degradación del terreno, su vegetación y la posibilidad de albergar vida, ecosistemas y poblaciones humanas, mientras que el segundo supone una anomalía respecto a unas condiciones medias de disponibilidad del agua, un mal que pueda darse en cualquier zona del mundo, sea de clima seco o húmedo.

La situación de falta de agua «no es dramática de forma promedio» en España tras una primavera lluviosa, pero sí persiste una sequía severa en zonas como Murcia, Valencia, Castellón o parte de Teruel, donde los últimos nueve meses han sido «muy secos». 

En cuanto a los centros de datos, el experto considera que su impacto en materia híbrido es «escaso», ya que el uso intensivo que hacen del agua se destina a la refrigeración de la instalaciones pero retorna a la red exterior.