La figura de Fernando II de Aragón, el Católico recibe un merecido homenaje en la magnífica exposición que sobre su época y figura se puede admirar en el Palacio de la Alfafería.

Un personaje poliédrico, guerrero (a los doce años ya combatía junto a su padre), político, legislador, cuya dimensión está unida a la conformación de lo que hoy conocemos como España. La unión de la teocrática Castilla de Isabel con el Aragón foral de Fernando dio pie a la consolidación y a la expansión del imperio español.

Básicamente, la aportación de Fernando se dimensionó en un sistema que hoy podríamos considerar preconfederal de una Corona de Aragón que, sobre sus reinos, principados y condados supo proyectarse hacia el Mediterráneo y el corazón de Europa mediante un sistema de alianza matrimoniales y diplomáticas, mediante pactos y conquistas de una fuerza militar castellana que encontraría en el norte de África y en el Atlántico su expansión natural. Esas dos España, la Castilla de Isabel y el Aragón de Fernando, perduran hoy. Más severa, más cerrada y austera la primera; más comunicativo, creativo y mundano el segundo.

En la exposición de la Aljafería pueden admirarse los cuatro retratos existentes de Fernando el Católico, que se reúnen por primera vez para una muestra común. Todos del siglo XVI y coincidentes asimismo en sus rasgos más señalados, la boca gruesa del rey, su mirada inmutable y pacífica, su juglaresco peinado y su clásica gorra negra a juego con la túnica o sayón, con un cordón de oro como todo atributo.

Otras muchas piezas conforman una exposición que recrea la vida cortesana y religiosa de la época (cálices, custodias, relicarios), las armas (espada de ceremonia del propio Fernando y espada del rey Boabdil), los escudos (con los cuarteles y señales de todos los reinos, de Nápoles a Mallorca, de Sicilia a Valencia) documentos (bulas papales, testamentos reales, privilegios, capitulaciones, sentencias), los mapas de los nuevos territorios, en especial de la colonización de América, reposteros, olifantes, libros de horas, crismeras, tapices, hostiarios, pinturas, retablos y numerosos elementos de gran transcendencia y valor, entre cuya suma el espíritu europeo de Fernando, que tantas horas pasó en ese mismo palacio de la Aljafería, revive y vuelve a mostrarnos su camino.