Desde hacía mucho tiempo, antes incluso de que comenzase la campaña, el PSOE tenía asumido que una victoria, en estas condiciones era imposible. Se trataba, a través de mensajes que solo iban dirigidos al electorado de izquierdas, de frenar la mayoría absoluta del PP. Y que el PSOE tuviese algún papel en el Congreso frente a ese tono azul que cubre toda España. En municipios, autonomías y, ahora, el Gobierno central. "Monopartidismo", lo llegó a llamar Alfredo Pérez Rubalcaba en sus últimos mítines, en los que ya asumía abiertamente la derrota y pedía el voto para un PSOE "fuerte".

Y, también, se trataba de conseguir un resultado digno --igual o por encima de los 125 escaños que cosechó en el 2000 Joaquín Almunia, quien dimitió la misma noche electoral-- que le permitiera al partido sostener que, al menos, tras la mayor crisis económica de la historia de España desde la guerra civil, con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en caída libre en valoración ciudadana, ellos habían salvado mínimamente los muebles.

PEOR RESULTADO Pero habrá monopartidismo. Y el PSOE, a 16 puntos del PP, ha cosechado el peor resultado de su historia. Al cierre de esta edición, sumaba 110 diputados, ocho por debajo de los logrados en 1977. "El PSOE no ha tenido un buen resultado. Hemos perdido claramente las elecciones", reconoció anoche el candidato, quien también apuntó al porqué del batacazo.

La crisis. "Hemos recibido la confianza de siete millones de ciudadanos --dijo--. Nos han apoyado en unas circunstancias especialmente difíciles para la sociedad española y para quienes hemos tenido la responsabilidad de gobernar durante la peor crisis económica que hemos conocido".

Y lo que se abre ahora para el PSOE es una batalla interna por el liderazgo del partido. El secretario general sigue siendo Zapatero, pero este dimitirá en el congreso que ayer Rubalcaba pidió que celebre "lo antes posible". Será en enero o febrero. El candidato lleva un tiempo dando muestras de querer presentarse a la secretaría general. La debacle de ayer no le deja en una posición de fortaleza.

Carme Chacón también ha enseñado la pata, pero tras el resultado en Cataluña, por debajo de CiU, también llegará tocada. Puede que se presente alguien más. En el último relevo en la cúpula del PSOE, en el 2000, se presentó un inesperado Zapatero y ganó.

PAPEL OPOSITOR Por lo pronto, Rubalcaba se comportó ayer como líder de la oposición, y en la mente de varios dirigentes consultados cundió la idea de que plantará batalla en el PSOE. "Vamos a trabajar con todas nuestras fuerzas para lograr la recuperación de la economía y del empleo --anunció--. Vamos a defender que la lucha contra la crisis no signifique una pérdida de derechos y seguridades básicas que hemos conquistado a lo largo de años de esfuerzo y que cohesionan a nuestra sociedad. Vamos a defender los servicios públicos, la igualdad entre hombres y mujeres y todas nuestras libertades y derechos civiles".

¿Durante cuánto tiempo? Un veterano dirigente supuraba ayer pesimismo. "Tres legislaturas --contestó--. O al menos dos. La crisis pasa factura a todos los gobiernos, pero el PP tiene margen para administrar la caída. Sobre todo porque nosotros no somos como ellos. No haremos una oposición destructiva".

Hoy se reunirá la ejecutiva para analizar con calma los resultados. Y el sábado, en principio, se celebrará el comité federal que convocará un congreso al que los socialistas llegan en las peores condiciones, al menos en términos de poder, de toda su historia en democracia.