Lo mejor, sin duda, es pasear por la noche, camino del hotel, y descubrir que mis paisanos continúan sentándose en la acera de su puerta, en sillas de enea, para tomar el fresco. Creía que esta costumbre ya había desaparecido, pero no, la familia entera se sienta casi sin hablar a disfrutar de la brisa que recorre las calles antes y después de medianoche. El tiempo se detiene. Saludamos a cada grupo familiar que encontramos a nuestro paso y ellos nos responden a coro y nos contagian su silencio balsámico.

Hemos terminado la primera semana de rodaje. Yo me he venido a Madrid el viernes después de la jornada. Las chicas y la mayor parte del equipo se han quedado en Almagro. Las echo de menos y me gusta. En la soledad madrileña me concentro mejor y prefiero sentir nostalgia del rodaje. Me alejo de Almagro para poder añorarlo. Siento que cada película es más autobiográfica que la anterior. Al menos, soy consciente de cómo mis recuerdos se pasean por los decorados como la brisa por las calles de Almagro, en la noche.

RITOS Y DUDAS

Oír hablar a Chus Lampreave es oír a mi madre, los barquillos (repostería local) que les entrega para el camino a Lola Dueñas y a Penélope Cruz los ha hecho mi hermana María Jesús. Cuando tengo alguna duda llamo a mi otra hermana, Antonia, que guarda los recuerdos de nuestra infancia intactos. Le he preguntado hasta qué tipo de trapos y cepillos se llevan al cementerio para limpiar las tumbas. Mi madre le dejó como herencia el respeto a los ritos sociales, religiosos, familiares y vecinales de La Mancha profunda.

Todo es ficción, de todos modos en Volver . Pero el mejor modo de contar la ficción (al menos, para mí) es vestirla de realidad. Realidad y ficción se funden sin confusión. Siento que ahora puedo dialogar directamente con la película que hago. Este no es un sentimiento endogámico ni nostálgico, pero ahora acepto con mayor naturalidad que las películas son mi vida y que proceden (y a veces la preceden) de ella.

El primer día de rodaje Penélope me ha entregado un regalo muy especial. Es un libro, perfectamente encuadernado e impreso, de los últimos cinco años de nuestra relación. Pedro y yo se llama. Tiene la forma de un coffee table book , con más imágenes que texto. Los textos son una antología de todos los e-mails que hemos intercambiado.

Las imágenes representan nuestra historia común desde que hicimos Carne trémula . La noche invernal de Madrid. Su parto en el autobús, ayudada de Pilar Bardem. Viajes de promoción. El desierto de Palm Springs, donde acaban sus días disecados por el sol las viejas estrellas de Hollywood. Los paseos por Central Park. Comidas en el Sunset Marquis con Billy Bob Thorton o Salma Hayek. Abrazos y premios.

Fotos a lo largo de Sunset Boulevard con los billboard que la jalonan. Modelazos (los de ella) y mi fiel esmoquin negro de Armani. Las horas sonrientes y tensas, dentro de limusinas. Abrazos en Madrid, Nueva York, Los Angeles, París, Cannes. Mejilla con mejilla. El paso del tiempo es más evidente en mí, ella empieza con cara de niña y termina en su actual esplendor.

Leer mensajes me produce una impresión rara. Son tan reales. Ella es escueta, y se nota que me provoca para que le cuente cosas porque piensa hacer con todo ello un libro. Todos mis estados de ánimo aparecen en mis mensajes, me ha censurado cotilleos, por si alguien lo lee. Pero en los textos consigo verme con los ojos de un espectador furtivo.

Hoy dejamos Almagro. Escribo en un patio invadido por material eléctrico y mecedoras con un cartel de no sentarse. Es la una de la tarde, los planos que nos quedan ocurren en la calle y al menos hasta las cuatro es imposible rodar porque el sol se multiplica en la paredes blancas, la luz es cegadora y demasiado plana. Tenemos que esperar. En estos momentos me gusta quedarme en alguno de los decorados interiores sin vida, y disfrutar de la soledad, del desorden de los objetos y del silencio.

Durante estas dos semanas el contacto con la gente del pueblo ha sido maravilloso. Tanto los que nos cruzamos por la calle, como los que han trabajado en calidad de figurantes. En la mitad de las secuencias manchegas intervienen grupos de mujeres y de hombres y debo decir que nunca he tenido mejores figurantes. Hay algo impagable, todo lo que tienen que hacer delante de la cámara coincide con su propia vida. Su presencia les ha dado a las secuencias donde han intervenido hondura y verdad. Las mujeres de aquí saben bien lo que es limpiar una tumba, rezar en un duelo, saludar a las vecinas. Y los rostros de los hombres curtidos por el sol y el aire de cada día poseen un peso y una expresividad imposible de improvisar.

Ayer cuando me dirigía al catering me encontré con un joven. Parecía muy enterado (especializado, diría yo). Me preguntó si la película tenía relación con Pedro Páramo , la obra maestra de Juan Rulfo. Al principio pensé en el título, que incluye mi nombre y la palabra páramo que de algún modo evoca la llanura de la geografía manchega donde crecí. También pensé en otra obra maestra de Rulfo, El llano en llamas . En Volver , los padres de las protagonistas mueren en un incendio provocado por el viento solano. La pregunta me sorprendió, pero contesté (halagado):

--Puede que la historia de Volver evoque la de Pedro Páramo , pero mi guión no tiene nada que ver con la novela excepto la naturalidad con la que en ambos conviven los vivos con los muertos, lo real con lo irreal, lo fantástico con lo cotidiano, lo imaginado con lo vivido, el sueño con la vigilia. Me gustaría que, como con la lectura del libro, el espectador se sintiera invadido por una sensación onírica permanente. De todos modos la novela de Rulfo es furiosamente mexicana y el guión de Volver , furiosamente manchego.

Me pregunta si me gustan las películas con fantasmas Y le digo que en general, no. Me interesa cómo tratan Buñuel y Bergman la aparición de los muertos, sin cambiar la luz ni crear un efecto extraordinario. Los fantasmas aparecen sin efectos pirotécnicos delante de la persona que los piensa. Son interiores. Me pregunta qué fantasma evoca Volver y le replico que no es un fantasma, pero toda la película está impregnada de la presencia de mi madre ausente.