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Félix Navarro

El Mercado Central de Zaragoza, diseño de Félix Navarro.

El Mercado Central de Zaragoza, diseño de Félix Navarro. / El Periódico de Aragón / ÁNGEL DE CASTRO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

El turiasonense Félix Navarro Pérez fue, junto a Ricardo Magdalena, el gran arquitecto aragonés de la segunda mitad del siglo XIX y de comienzos del XX, consiguiendo tener una enorme influencia arquitectónica y urbanística con sus proyectos dentro y fuera de Aragón, pero especialmente en la ciudad de Zaragoza. Nació en Tarazona el 10 de octubre del año 1849 y allí pasó su infancia hasta trasladarse más tarde a la capital aragonesa donde prosiguió sus estudios hasta conseguir el bachillerato para más tarde marcharse a Madrid. Allí inició sus estudios universitarios en la Escuela Superior de Arquitectura, donde coincidió con el mencionado Ricardo Magdalena y también con otros futuros arquitectos de renombre como Lluis Domènech i Montaner. 

Sin embargo, la formación de Félix Navarro no acabó ahí, ya que mostró una enorme curiosidad intelectual y profesional que le llevaron a viajar por varios lugares del mundo para conocer los últimos avances arquitectónicos, algo no tan común entre sus compañeros de profesión en aquella época. Por ejemplo, entre 1871 y 1874 estudió en Berlín, viviendo justo la época de la unificación de Alemania y su exaltación nacionalista que, por supuesto, también tocaba la arquitectura y la creación de monumentos como símbolos nacionales.

También en esos años se marchó a Estados Unidos para trabajar en un estudio de arquitectura en la ciudad de Boston, para finalmente regresar a España y comenzar primero en Madrid una etapa como docente en la Escuela de Arquitectura. En esa época desarrolló un enorme gusto por la docencia, algo que acabaría aplicando en sus últimos años de vida ya en Zaragoza en la Escuela de Artes y Oficios de la ciudad. Pero fue a partir de 1878 cuando comenzó su primera etapa profesional en la capital aragonesa. Sus viajes, estudios y aprendizajes, habían hecho que quedara fascinado con los nuevos usos que se hacían en la arquitectura utilizando el metal. Tras la construcción del famoso Crystal Palace para la gran Exposición de Londres de 1851, ese método constructivo se había ido extendiendo, siendo utilizado para construir grandes estaciones de ferrocarril u otras estructuras de todo tipo. Fueron estos métodos los que utilizó para diseñar su primer gran encargo en Zaragoza; el Teatro Pignatelli, un hito arquitectónico en la ciudad situado en el Salón de Santa Engracia (actual paseo de la Independencia), y que por desgracia acabó siendo derribado a pesar de su enorme belleza.

Ilustración del antiguo Teatro Pignatelli de Zaragoza.

Ilustración del antiguo Teatro Pignatelli de Zaragoza. / EL PERIÓDICO

El éxito que consiguió con el edificio le proporcionó fama y nuevos encargos similares, como el Teatro Bretón de los Herreros en Logroño, o el también desaparecido Teatro Goya de Zaragoza (1889). También intervino en establecimientos de ocio como el famoso Café Ambos Mundos zaragozano, que según su propia publicidad llegó a ser el café más grande de Europa; en la construcción de palacios como el maravilloso Palacio de Larrinaga ya a comienzos del siglo XX, e incluso en el diseño de grandes monumentos, como el dedicado al Justiciazgo y a la figura de Juan de Lanuza situado en la plaza de Aragón.

Félix Navarro fue pues un arquitecto polifacético que además siguió manteniendo sus ansias de conocimiento, lo que le llevó a solicitar fondos a la Diputación Provincial de Zaragoza para poder acudir a la Exposición de París de 1889, dirigida a conmemorar el primer centenario de la Revolución francesa y cuyo gran icono arquitectónico fue precisamente la mayor estructura de hierro jamás construida hasta entonces: la Torre Eiffel.

El Palacio Larrinaga, otra obra del arquitecto turiasonense.

El Palacio Larrinaga, otra obra del arquitecto turiasonense. / EL PERIÓDICO

También mostró una gran preocupación por las condiciones de los obreros en una ciudad como Zaragoza que empezó a crecer a marchas forzadas en aquellos años a caballo entre los siglos XIX y XX, y en los que llegaban miles de personas durante el primer gran éxodo desde el medio rural a las ciudades. Un éxodo provocado por los inicios de la mecanización, pero sobre todo por la crisis finisecular que afectó al campo no sólo en España sino en buena parte de Europa y que dejó a mucha gente sin trabajo, mientras las ciudades ofrecían nuevas oportunidades conforme se iban convirtiendo en grandes focos industriales como fue el caso zaragozano. Pero la rapidez de ese proceso hizo que se crearan barrios enteros con infraviviendas, haciendo que los obreros vivieran en pésimas condiciones y sin servicio alguno. Por eso Félix Navarro trató de impulsar a principios de la década de 1890 una sociedad para construir viviendas dignas para los obreros, aunque no consiguió los apoyos necesarios. La frustración le hizo marcharse unos años a trabajar a Francia, hasta que en 1897 regresó definitivamente a Zaragoza, de donde no se movería hasta su muerte el 22 de julio de 1911.

Y fue de nuevo un gran encargo el que le hizo regresar a la capital maña: el gran Mercado Central o Mercado Lanuza. Inaugurado en 1903, volvió a utilizar el metal como elemento arquitectónico principal, eligiendo para su ubicación parte de la enorme plaza que llevaba utilizándose como el gran espacio de mercado de la ciudad desde la Edad Media. Así pues, y con los más de 200 proyectos que realizó en diferentes lugares, Félix Navarro fue por derecho propio uno de los grandes arquitectos de su época y sin duda uno de los más influyentes.

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