Crítica

Los libros aragoneses de Domingo Buesa: Rafael Yuste y las razones del paraíso

Un poemario que manifiesta la grandeza de sentirse vivo

El autor de 'Solo cuerpo', Rafael Yuste.

El autor de 'Solo cuerpo', Rafael Yuste.

Domingo Buesa

Domingo Buesa

Como he dicho en alguna ocasión, soy un convencido de que la poesía es algo fundamental para entender el mundo en el que vivimos, porque su papel es descubrir los caminos del sentimiento que nos facilitan el ser, a la vez que nos acerca al disfrute de todo aquello que la prisa y la violencia actual no nos permiten apreciar. Con esta convicción, me gusta “asomarme” a los libros de poesía para descubrir la forma y el fondo de los mensajes, de las confidencias, de las esperanzas. 

Y en este caso concreto, quiero acercarme en este renacer de la primavera al poemario de un historiador que trabaja en el mundo del libro, a un poeta que llega precedido de abundantes publicaciones en revistas -recordamos por ejemplo “la Expedición” “Imán” o “Rolde”-, de poemarios inéditos de los que algo hemos podido descubrir y oír poca cosa… De “El corazón de la granada” (2023) o de un libro que va a cumplir un cuarto de siglo: 'Trilogía de la Historia natural', que se editó (Prensas Universitarias, 2001) en la colección “La gruta de las palabras”. Un poemario que sigue cautivando mi atención en ese muestrario de animales que se convierten en alegorías que nos dicen y nos sugieren mucho más, recuperando esa riqueza de la imaginación medieval que llenaba el bosque de conejos que actuaban como humanos.

Con estos muy interesantes antecedentes Rafael Yuste vuelve -aunque no es muy dado a regalarnos sus creaciones- a poner en nuestras manos un trabajo cuidado y pensado, sentido y construido, que se desgrana como un conjunto de poemas en los que se yuxtaponen el paisaje y el pensamiento, lo natural y lo filosófico, publicado por “Los Libros del Gato Negro”. Hablar del autor es innecesario porque es persona sobradamente conocida en el mundo de la cultura aragonesa, tanto por sus aportaciones de creador como por esas gestiones adecuadas que hacen ampliar nuestra referencia identitaria de aragoneses. 

Sin embargo, hablando de Rafael Yuste Oliete, a mí siempre me ha llamado la atención que en sus orígenes fundara ese grupo editorial alternativo conocido como “Drume Negrita” que dicen que estuvo en acción, permítanme la expresión, desde 1989 al año 2006. Esa referencia me ha recordado siempre esa canción que compuso el pianista cubano Ernesto Grenet y que susurra ese “Tu drume negrita”, ese “Tú, duerme negrita” aunque se te salgan los pies de la cama, que es como un canto a la lucha contra las injusticias, los anhelos frustrados, la felicidad efímera o la sucesión de amores y desamores.

Con el eco musical de ese “Mamá, a la negrita / se le salen los pies de la cunita/ Y la negra Mercedes/ ya no sabe qué hacer” nos podemos adentrar en la lectura de un poemario plural, que nos abre muchas sendas, que nos enseña muchos amaneceres en los que sobre el negro rotundo y asustador emerge la luz creadora, como si fuera un sueño de Caravaggio. Un sueño de color que nos aporta ese sentido gozoso del existir, razón por la que nos confiesa Yuste, citando a Jean-François Lyotard, que cada oración —cada verso— es una plegaria y que, con ellos, se trataría de buscar cierta legitimación a nuestra existencia. 

Ya hemos entrado, gracias a esa eclosión de la escena en color sobre el paisaje negro, en este poemario que se construye en dos partes: 'Mundo Geoda y Selva Paraíso', aunque ha querido romper esta segunda parte con su peculiar 'Génesis'. La geoda, esa piedra con una dura costra que encierra un interior luminoso, es un canto al deseo, un deseo que es acaecer vital, que induce al cuerpo a incrementar su energía de acción, a disfrutar de los encuentros ya sean buenos o malos. El poeta nos anuncia que siempre hay una nube de deseo que nos sostiene, como un recurso que nos hace seguir deseando, como una atalaya segura desde la que poder ver el mundo.

En la segunda parte, a la que titula 'Selva' o 'Paraíso', o las dos cosas, se adentra en compartir todo lo bueno que “al amparo de tu amor /he conocido”, todo eso que acaso nos lleve a pensar que no existe el vacío sino la ausencia. Todo para concluir diciéndonos que “la escritura es un mar que todavía surcamos, extendiéndolo cada vez más con nuestra singladura”. Y no hace falta decir nada más, en este caso nada es posible salvo una lectura personal, en silencio, compartida con el deseo, de esas palabras que son poesía en sí mismas. Por cierto, no les digo nada sobre el anexo que bucea en la creación artística, porque se lo dejo como sorpresa.

Estamos ante un poemario que manifiesta la grandeza de sentirse vivo, seguramente ese sea el gran mensaje, porque es necesario entender el cuerpo como paisaje y saber que el vicio de vivir también tendrá su rosto. Son dos ideas que surcan los versos convertidos en caminos que se entrecruzan en una “arquitectura espacial de las palabras” que sigue preguntándose “por qué todo, pero nada”. Métanse el libro de Rafael Yuste, este hermoso y sugerente poemario que nos convoca al “Solo cuerpo”, en el bolsillo. Cojan el camino que más les guste y siéntense en medio de la naturaleza. Y abran sus páginas, estarán en el momento de construir una reflexión sobre la belleza de vivir en su propio Paraíso. 

Rafael Yuste Oliete, Solo cuerpo, Editorial Los libros del Gato Negro, 2024, 70 páginas.

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